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La escuela

Actualizado: 29 jul

Diciembre 2024

Una escuela viva es fundamental para la supervivencia y desarrollo de los pueblos. En los últimos años debido a la despoblación muchas han desaparecido, entre ellas la de mi pueblo, Radiquero, de la cual trataremos de recordar un poco su historia y cómo la vivíamos.

A mediados del pasado Siglo XX podía haber alrededor de 40 niños o más entre chicos y chicas, siempre fue mixto. Todavía en el curso 1961-62 éramos 27 alumnos, pero ya empezó a decrecer progresivamente hasta su cierre definitivo en el año 1990.

reconstruccion-de-una-clase-en-los-50-60

Se empezaba a ir a la escuela a los 6 años y se salía a los 14. El maestro tenía que enseñar a todas las edades y cursos diferentes. Durante muchos años el maestro fue Don José Laplana, muy buena persona y generoso, daba de comer a mendigos que en aquellos años venían a pedir por el pueblo, era viudo, tenía una hija y un hijo, vivían en el piso encima de la escuela y era muy amante de los pájaros. En la época de las golondrinas dejaba una ventana abierta en la parte de atrás de la sala para que entraran y salieran porque tenían nidos en los maderos del techo.

Lo primero que hacíamos al entrar por la puerta era levantar el brazo y decir en voz alta “Ave María Purísima”. Durante el invierno la calefacción era una estufa de leña alrededor de la cual se colocaban las mesas. Cada uno teníamos que llevar de casa una toza o tizón que echábamos en un montón. En la tapa de la estufa podíamos tostar almendras, higos, bellotas dulces… que nos comíamos allí mismo.

pluma-estilográfica-y-tintero

Escribíamos con lapiceros y plumas de tinta liquida negra, en un agujero de la mesa se ponía el tintero, no habían llegado aún los bolígrafos, si caía algún borrón se usaba papel secante. El jueves de cada semana por la tarde, nos llevaba el maestro a la faja del Figonero a hacer gimnasia, jugar al aire libre y al final sentados en corro en el suelo alrededor de él escuchábamos el cuento que tenía preparado. En el tiempo de las moras de morera en el recreo los zagales salíamos corriendo a las Eras, en la de Mairal había dos árboles de moras blancas y en la de Mediano uno de moras negras, nos poníamos morados de comer moras.

moras-silvestres-en-la-sierra-de-Guara

Por las mañanas el maestro nos repartía leche en polvo que venía en unos saquetes blancos, la disolvía en una olla con agua caliente y cada uno llevábamos nuestro vaso o tazón con azúcar y algunos hasta con Cola Cao. También nos daba queso que venía en unas latas grandes, la ración era una cucharada que sacaba por arriba, era bastante bueno y duro. En las latas ponía en letras negras “PASTEURIZED PROCESSED CHEDDAR CHEESE” United States.

Botes-de-leche-en-polvo-que-se-repartia-en las-escuelas-en-la-posguerra

A los zagales nos gustaba mucho subir a los árboles hasta el punto que nuestras necesidades fisiológicas mayores íbamos a hacerlas a la olivera Sidoro que estaba debajo de la plaza. Era muy grande, enorme, nos subíamos a los camales y sentados cada uno teníamos nuestro retrete, parando cuenta de que no hubiera alguno por debajo.

En el verano subíamos a nadar al depósito de regar que se llenaba con el agua que sobraba del de beber. Era bastante profundo y Ángel Madonar, que trabajaba en las obras del canal del Cinca, al que yo apreciaba mucho, nos regaló una escalerilla de hierro para poder entrar y salir. En la pared por la que entraba el agua había una placa grande de cemento con la inscripción “BAJO EL SIGNO DE FRANCO, SIENDO GOBERNADOR CIVIL DON ERNESTO GIL SASTRE Y ALCALDE ANDRÉS MONCLUS SE HIZO ESTA TRAÍDA DE AGUAS” 1952.


deposito-de-agua-que los-niños-aprovechaban-para-bañarse

Juguetes teníamos pocos. A casa de la Tienda venia en el verano una familia “el Sr. Salinas” con un niño que le llamábamos Armandin. Tenía un patinete de tres ruedas con manillar, toda una novedad para todos nosotros, estábamos todo el día detrás de él para que nos dejara dar una vuelta por la plaza. Yo, el mejor juguete que tuve fue un tractor de madera con remolque que me hice yo mismo. Me ha dolido mucho que se perdiera cuando me fui de Radiquero en el año 1966.

patinete-antigua-de-madera

Los libros de texto que teníamos eran tres para todo el tiempo que duraba la escuela 1º, 2º y 3º grados y aquí estaba el contenido de todo lo que aprendíamos. El de 1º y 2º eran de la editorial Luis Vives y el de 3º de ediciones Miñón de Antonio Álvarez Pérez. Era una enciclopedia muy completa, se podía aprender mucho de ella. Empezaba por Religión y Moral, seguía por Historia Sagrada, Evangelios, Lengua Española, Aritmética, Geometría, Geografía, Historia de España, Ciencias de la Naturaleza y Formación Familiar y Social. En medio de todas estas materias había muchos fragmentos de poesías y obras literarias de escritores y poetas como José Mª Gabriel y Galán, Lope de Vega, Jacinto Benavente, Miguel de Cervantes, Calderón de la Barca, José Zorrilla, Rubén Darío, Manuel Machado, Góngora, Quevedo, Bécquer, Jaime Balmes, Miguel de Unamuno y otros muchos. Pero para mí el preferido, posiblemente por mi situación familiar en aquella época, era el poeta argentino Olegario Víctor Andrade (1841) con una poesía que al final de este escrito me permitiré recordarla. También dábamos catecismo, eso era por las tardes y después, en los meses de mayo y junio se rezaba el rosario en la Iglesia.

libros-de-texto-y-enciclopedias

Para el curso 61-62 trasladaron a Huesca a Don José Laplana que llevaba muchos años y nos llegó una maestra de Barbastro, Alicia Estop. Una novedad porque se pasó de maestro a maestra. Ese fue mi último año en la escuela porque ya cumplía los 14 años.

Nos preguntaba la lección cada día poniéndonos en fila delante de ella y si no contestabas bien te pasaba el siguiente. Nos dijo al principio que habría un premio para el que estuviera más días el primero al final del curso, con lo que se establecía una sana competencia que hacía que estudiáramos más. El premio fue una pluma estilográfica marca Soffer 23.

Yo, como era el más mayor, le hacía de asistente para preguntar la lección y ayudar a los más pequeños cuando ella no podía llegar.

maestra-en-una-escuela-rural-en-los-60

Y hasta aquí llegó mi estancia en la escuela de Radiquero, con mucho dolor de corazón, porque me gustaba mucho, tuve que dejarla y la vida tenía que seguir. A partir de aquí ya no puedo decir mucho más. Vinieron otras maestras y maestros y la escuela siguió su curso.


Poesía de Olegario Víctor Andrade:

Olegario-Victor-Andrade-poeta-periodista-y-politico-argentino

 “El consejo maternal”

Ven para acá, me dijo dulcemente mi madre cierto día. (Aún parece que escucho en el ambiente, de su voz la dulce melodía.) Ven y dime que causas tan extrañas te arrancan esa lágrima, hijo mío, que cuelga de tus trémulas pestañas como gota cuajada de rocío. Tú tienes una pena y me la ocultas; ¿No sabes que la madre más sencilla sabe leer en el alma de sus hijos como tú en la cartilla? ¿Quieres que te adivine lo que sientes? Ven acá pilluelo, que con un par de besos en la frente disiparé las nubes de tu cielo. Yo prorrumpí a llorar. Nada le dije; la causa de mis lágrimas ignoro; pero de vez en cuando se me oprime el corazón y lloro. Ella inclinó la frente pensativa, se turbó su pupila, y enjugando sus ojos y los míos, me dijo más tranquila: Llama siempre a tu madre cuando sufras, que vendrá muerta o viva; si está en el mundo, a compartir tus penas; y si no a consolarte desde arriba. Y lo hago así cuando la suerte ruda, como hoy, perturba de mi hogar la calma; invoco el nombre de mi madre amada, y entonces siento que se me ensancha el alma.


Algunas fotos son de archivo y no se corresponden con el sitio o el momento



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