Las bodas en los 60
- A. Sampietro
- 25 abr
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 29 jul
Septiembre 2024

Las bodas eran un acontecimiento religioso y social muy importante, especialmente para los contrayentes y sus familias. Con esa unión se aseguraba la continuidad de la casa que en aquellos tiempos era una prioridad y se incrementaban los miembros de la familia. Podían llegar a convivir hasta cuatro generaciones, abuelos, padres, hijos y nietos y en ocasiones hasta algún tío. A los recién casados al principio se les solía llamar con el apelativo cariñoso de “os jovens”, “o joven de casa fulano” o “a joven de casa mengano”. Para las dos partes el hecho de que una de ellas tuviera que salir de su casa podía suponer un cambio total de vida.
Las bodas también eran importantes para el resto del pueblo, aparte de consolidar las casas y su mantenimiento fijando la población, también vendrían niños que ayudarían a llenar la escuela, a correr y jugar gritando por la calle, porque un pueblo sin niños en la calle es un pueblo triste y sin futuro.
Mediado el pasado Siglo XX hubo muchas bodas, alrededor de veinte en las que el novio y la novia eran de Radiquero. Hubo otras muchas de mujeres que bajaron de la montaña, especialmente a Los Meleses. Allí había un señor que la tarde anterior a una boda cantaba “pueblecito Los Meleses ya te puedes alegrar a estas horas de mañana una montañesa más” y “yo rompí el fuego” queriendo decir que había sido el primero en bajarse la mujer de la montaña. Bajaron señoras de Las Bellostas, Pueyo de Morcat, Arcusa, Barcabo, Almazorre, Lecina, Betorz, Las Almunias….

Los mozos invitados por el novio subían a la boda en el camión de Lascorz o Nasarre de Adahuesca en bancos que ponían en la caja. No había autobuses ni coches. Yo vi entrar el primer coche en una casa de Radiquero y el primer tractor.
Una cosa importante para la novia era su jobar (ajuar) que enseñaba con ilusión a sus amigas y amistades, era la ropa de hogar que aportaba a la casa del marido, juegos de cama, sábanas, colchas, toallas, mantelerías, algunas bordadas con primor por ella misma y en la mayoría de los casos por su madre que durante años las había estado preparando para cuando llegara el día. A esto también se sumaban los regalos que les habían podido hacer a ambos.

El día de la boda a la hora indicada desde la casa del novio con todos sus invitados que previamente habían acudido allí, precedidos por el novio del brazo de su madrina, se iba a buscar a la novia a su casa, donde también esperaban sus invitados. Desde allí, delante la novia del brazo de su padrino y detrás el novio con su madrina, a continuación, ya todos juntos iban hacia la Iglesia donde esperaba el cura. Acompañaban a la novia dos niñas vestidas de blanco que llevaban una bandeja con los anillos y una torta de arras que al final de la ceremonia se repartía entre los asistentes a misa. Las celebraciones siempre eran por la Iglesia; no habían llegado todavía las bodas civiles.

Una curiosidad muy peculiar era que el resto del pueblo que no había sido invitado, especialmente las mujeres, acudían a la placeta para “ver a la novia”. Generalmente iba de blanco, pero en alguna ocasión podía ir de negro (si en la casa estaban de luto) y esto duraba dos años.
Terminada la ceremonia y tras la firma de los testigos, al salir a la puerta empezaba el ruido de las bombetas (1) que los mozos hacían explotar y la lluvia de peladillas que tiraban a los novios. Los niños corríamos como locos a cogerlas del suelo hasta llenarnos las pochas. No teníamos entonces muchas golosinas. Ahora se tira arroz.
Después venían las felicitaciones y abrazos y luego ya el banquete que generalmente se hacía en casa de la novia. Se buscaba una guisadora para ayudar en la cocina. Los menús solían ser sencillos, caldo, entremeses y principalmente carne asada o guisada. A veces si había muchos invitados se tenía que pedir vajilla prestada y sillas a algún vecino. No existía la moda de los restaurantes ni tampoco había medios para desplazarse.

Normalmente se terminaba la fiesta con baile al que podían asistir los que no habían sido invitados y se les agasajaba con torta nupcial y café.
Y al día siguiente los novios a iniciar su luna de miel y el resto a tratar de digerir la resaca por los excesos, especialmente de la bebida. Alguno terminaba la fiesta antes de lo deseado y acababa durmiendo en la pajera.
Otro comentario que se hacía en días posteriores era que si hubo mucho ruido de bombetas y peladillas la boda había sido de casa rica.
Que este relato sirva para recordarnos que el contenido de esta historia ha sido la construcción de nuestras vidas y no olvidar que gracias a ella de una manera o de otra hemos llegado hasta aquí.
1-Bombeta: Petardo rústico que explosiona por impacto compuesto por pólvora y fragmentos de pedernal.
Las fotos son de archivo y no se corresponden con el sitio o el momento. No había fotógrafos en las bodas de los 60 en Guara.

Gran ilusión que se celebraba por todo lo alto dentro de las posibilidades de cada casa ,uniendo a las personas que vivían cerca y lejos ,con gran esfuerzo por parte de todos.
Que bueno es mantener la memoria delos pueblos, cuántas cosas han dejado de hacerse.