Un techo, un fuego y un saludo. Los mesones que unían la sierra de Guara con el llano
- T. Delàs
- 5 dic
- 6 Min. de lectura
Noviembre 2025
La espectacular sierra de Guara ha sido desde tiempos medievales un espacio de tránsito. Sus barrancos, collados y caminos conectaban el valle del Ebro con los Pirineos, y por ellos circulaban rebaños trashumantes, arrieros, comerciantes y viajeros.

En este contexto nacieron los mesones garantizando descanso, comida y cobijo en un territorio tan bello como exigente.
Cuando el camino hablaba
Los mesones se alineaban con una red de caminos históricos que aprovechaba, en parte, antiguos trazados romanos y medievales al pie de la sierra de Guara.

Mayoritariamente estaban situados en los pasos naturales de los ríos como el Vero, el Alcanadre o el Balcés que conectaban el Pirineo con el piedemonte y en los puntos en que los caminos reales entre Huesca, Lérida y otras poblaciones importantes se cruzaban con los pasos de montaña o desfiladeros, donde era necesario un descanso antes o después de afrontar el tramo más duro.
Historias al borde del camino
En Guara y el Somontano eran utilizados por:
Arrieros que transportaban mercancías entre el norte (lana, madera, carbón vegetal) y el sur (grano, vino, aceite y paños)

Pastores trashumantes que desplazaban sus rebaños según las estaciones en busca de los mejores pastos.
Vecinos de aldeas altas como Letosa, Otín o Sevil antes de su despoblación.
Peregrinos y caminantes en rutas locales.
Comerciantes franceses, en épocas en las que existía un flujo intenso por el Pirineo hacia el Somontano.
Donde siempre había un fuego encendido
En una tierra dura, donde las distancias se medían en jornadas de camino, los mesones eran seguridad y socorro en el camino, auténticos faros de hospitalidad.
Disponían generalmente de una gran cocina central con bancos corridos y una chimenea que servía tanto para cocinar como para calentarse durante las frías noches de montaña.

Las construcciones solían tener dos plantas: la inferior, más rústica, para arrieros y soldados, y la superior, con habitaciones más acomodadas.
Ofrecían comida sencilla y bebida, utilizando productos locales y alojamiento y descanso para pasar la noche, tanto a los viajeros (caminantes, arrieros, comerciantes) como, a menudo, a sus animales de carga (caballerías, mulas, burros) en establos o corrales anexos.
Eran además un centro social y económico. Allí se negociaban ventas de ganado y otras transacciones comerciales, se establecían acuerdos, se intercambiaban noticias, se recogían mensajes, o se refugiaba la gente durante tormentas o nieves.
Eran el termómetro de la actividad de la ruta en la que se encontraban.
Inevitable declive y desaparición
El declive de los mesones comenzó a finales del siglo XIX y se aceleró durante el siglo XX.
El fin de la trashumancia tradicional fue quizás el golpe más duro. La mecanización de la agricultura, la aparición de nuevas razas ganaderas estabuladas y los cambios en la economía rural hicieron que los grandes desplazamientos estacionales de ganado fueran cada vez menos frecuentes.

Las antiguas cabañeras, desprovistas de su uso original, fueron en muchos casos asfaltadas para convertirse en carreteras rurales o pistas forestales. Otras permanecen como senderos apenas visibles entre la vegetación, testimonio silencioso de siglos de tránsito humano y animal.
Con el éxodo rural, los núcleos que alimentaban estos caminos quedaron vacíos, incluidos los pueblos que daban soporte logístico.
La construcción de carreteras y la popularización del automóvil redujeron drásticamente los tiempos de viaje, haciendo innecesarias las paradas intermedias. Los viajeros ya no necesitaban pernoctar en lugares apartados cuando podían completar sus trayectos en pocas horas.

Muchos mesones fueron simplemente abandonados y cayeron en ruinas. Otros se transformaron en viviendas particulares o en almacenes agrícolas. Algunos de los edificios más emblemáticos, como el Mesón de Sevil, fueron rehabilitados como refugios de montaña, cambiando su función original pero manteniendo viva su vocación de acogida a los caminantes.
Los mesones olvidados de Guara y el Somontano
Es difícil rastrear la ubicación exacta de todos los mesones que existieron en el Somontano. Hay relativamente pocos mesones “documentados” en archivos públicos porque muchos mesones rurales no dejaron registros administrativos detallados (eran arrendamientos locales o actividad familiar) y la modernización de rutas (carreteras, ferrocarril) desplazó el tráfico y muchos cerraron o cambiaron de uso antes de quedar reflejados en inventarios históricos.
Algunos han sido rehabilitados como restaurantes/hostales modernos y la documentación histórica, si existe, suele hallarse en archivos municipales, parroquiales o privados, no siempre digitalizados.
Sin embargo podemos citar distintos lugares que podrían haber sido o sí fueron mesones
Mesón de Sevil (refugio)
mesón histórico documentado en SIPCA; aparece como punto de paso en rutas antiguas y en guías de campo.
Mesón de Fuebla

aparece en inventarios locales como mesón tradicional ligado a la cabañera que conecta valles, el edificio actual dataría del siglo XX pero el topónimo y función evocan un uso tradicional.
Mesón del Vero (Alquézar)
establecimiento restaurado y en uso como restaurante, el nombre y edificio recuperados hacen pensar en continuidad toponímica y arquitectónica con usos hosteleros anteriores.
Mesón de Colungo (hostal/mesón actual)
el actual hostal-mesón es un claro ejemplo de reutilización moderna de la idea del mesón; no hay aún una referencia documental pública que confirme continuidad directa con un mesón arriero antiguo, pero el uso del nombre y la ubicación son indicativos.
La Bodega del Somontano (El Grado)
figura en guías como “antiguo mesón”, ejemplo de cómo restaurantes actuales han heredado el nombre.
Mesón de Sescún (ruinas)

citado en relatos de rutas y blogs como “área de servicio” en una vía histórica; hoy figura como ruina en senderos
El Mesón de Sevil. El calor del mesón en tierra de montañas

El Mesón de Sevil representa el ejemplo más emblemático y mejor conservado de estos antiguos refugios. Situado a unos 1.250 metros de altitud en el corazón de la Sierra de Sevil, en uno de los puertos más transitados del Prepirineo, era un punto estratégico entre Adahuesca, Radiquero y Abiego, además de servir a los vecinos de aldeas hoy abandonadas.
La ubicación del Mesón de Sevil no era casual. Se encontraba en un importante cruce de caminos donde confluían varias rutas.
Por un lado, la cabañera Broto-Mequinenza pasaba literalmente por sus puertas. Por otro, estaba situado en un punto estratégico entre las cuencas de los ríos Balcez y Vero, facilitando el tránsito entre los pueblos de ambos valles. Esta posición privilegiada lo convertía en una escala casi obligatoria para cualquiera que atravesara la sierra.

Los documentos que lo mencionan hablan de arrieros, pastores y viajeros que encontraban allí fuego, agua, abrigo y a veces compañía. Era también un punto para vigilar el tránsito y, según testimonios orales, un lugar donde a veces “se arreglaban cuentas” o se negociaban intercambios de ganado.

Construido en el siglo XVII, el edificio es una sólida construcción de piedra dividida en dos plantas. La planta baja alberga una gran cocina con bancos de cemento corridos y una plataforma central para hacer fuego, todo coronado por una chimenea tradicional que ocupa prácticamente todo el techo. Este espacio comunal era el corazón del mesón, donde los viajeros se reunían para compartir comida, historias y calor durante las frías noches serranas. La planta superior contenía habitaciones para el descanso.
Hoy, el Mesón de Sevil ha sido rehabilitado como refugio libre de montaña y es uno de los lugares de mayor carga simbólica de la sierra.
Con esplendidas vistas de las sierras de Sevil y Balced, es un punto de partida habitual para rutas de senderismo, un lugar de referencia en la Ultra-Trail Guara Somontano y un enclave altamente apreciado por los habitantes de la zona.

El edificio mantiene su función histórica de acoger a caminantes, aunque ahora sean excursionistas y deportistas en lugar de pastores y arrieros.
La Disputa y las abuelas de Sevil
Tanto la disputa como la leyenda por su curiosidad e interés serán objeto de otro post.
Aquí nos limitamos a enunciar las dos versiones.
“La historia”
La sierra de Sevil fue durante siglos objeto de disputa entre diferentes pueblos que reclamaban sus ricos pastos, bosques y recursos. Tras años de litigios, la disputa llegó hasta la Corona de Aragón y en 1476, el rey Juan II de Aragón dictó sentencia favorable a Adahuesca otorgándole la propiedad de la sierra de Sevil.

“La leyenda”
Hace mucho tiempo, una terrible peste asoló las aldeas de la sierra de Sevil, acabando con prácticamente todos sus habitantes. Solo dos ancianas lograron sobrevivir a la epidemia. Las ancianas decidieron huir de aquellas tierras malditas y buscar refugio en los pueblos cercanos.
Pueblo tras pueblo, las dos abuelas fueron rechazadas, hasta que, exhaustas y desesperadas, llegaron a Adahuesca. Allí, finalmente, les dieron casa, comida y cuidados. Las abuelas pasaron sus últimos años en el pueblo.

Cuando sintieron cercana su muerte, las dos ancianas, que como únicas supervivientes eran las propietarias legítimas de toda la sierra de Sevil, decidieron legar sus tierras a los vecinos de Adahuesca en agradecimiento por haberlas acogido. Pero su donación venía acompañada de tres condiciones que los habitantes del pueblo han mantenido vivos durante siglos y que contaremos otro día.
Allí donde descansaban los pasos. Los mesones de Guara
Los mesones del Somontano son parte fundamental del patrimonio inmaterial de estas tierras. Su historia es también la historia del tránsito humano por estas sierras, un territorio de caminos duros y hospitalidad necesaria.
Su recuerdo nos invita a reflexionar sobre las transformaciones que ha experimentado el mundo rural y sobre la importancia de preservar y dar a conocer estas huellas de nuestro pasado común.
Y en la voz de las abuelas de Sevil, la certeza de que la tierra y sus símbolos se defienden con orgullo.





Relato entrañable como todos los anteriores. Contribuye a profundizar en el conocimiento de la Sierra de Guara y sus buenas gentes, no sin cierta nostalgia, pero con la esperanza de un futuro próspero y brillAnte
Otro artículo interesante, gracias Teresa por tu dedicación al conocimiento de la zona, una gran iniciativa.
TE SUPERAS A TI MISMA, TERESA, BUENISIMO,,,,,!