La casa de labradores en el Somontano
- Jose M. Sanagustín
- 31 oct
- 9 Min. de lectura
Noviembre 2025
El Somontano o Piedemonte, franja de transición entre el llano y la montaña en Huesca, ha albergado durante siglos una forma de vida rural íntimamente ligada a la agricultura y la ganadería.

Las casas de labradores de esta comarca son mucho más que simples construcciones: son el reflejo de una cultura, de una economía de subsistencia y de una adaptación inteligente al medio natural y climático.
La casa del Somontano. Seña de identidad de sus gentes.
La casa ha sido la ubicación fundamental de las actividades tradicionales de la vida de las familias y la sociedad. No fue solo un lugar físico, sino asimismo un hogar donde se desarrolló toda una cultura y tradición de los valores de la vida.
Cada “casa” tenía su propia personalidad tenía un “alma” resultado de las vivencias cotidianas de decenas de generaciones y la conservación de “la casa” como seña de identidad y principal propiedad de la familia trascendía a sus propios habitantes. El nombre de la misma podía provenir del nombre de las personas que la habitaron, o del oficio, o incluso del mote. Aun ahora a muchas personas se les conoce más por el nombre de la casa que por su propio apellido o cuando alguien se presenta añade el nombre de la casa de la que proviene.

La casa no era solo un refugio, sino también el centro de una pequeña explotación agrícola y ganadera prácticamente autosuficiente. Estas viviendas eran el escenario de una vida marcada por el ritmo de las estaciones y las labores agrícolas. En ellas nacían, crecían y morían generaciones de labradores que trabajaban de sol a sol las tierras circundantes. Era un lugar donde se juntaban la vivienda, sus habitantes, los enseres, los animales, tanto de trabajo (mulas, burros, bueyes, algún caballo de tiro), ganado (ovejas, cabras), de alimento (cerdos, conejos y gallinas) y de compañía y vigilancia (perros, gatos).
Arquitectura, vida y simbolismo rural
Dentro de esta forma de vida no debemos olvidarnos de las “prácticas mágicas“ que se realizaban, en todas las estancias llenándolas de un sentido trascendente.

Como protección contra brujas o malos espíritus se colocaban en la puerta de entrada distintos objetos con una simbología muy especial para cada caso: sobre la puerta, en el dintel, cabezas de águila o patas de jabalí; debajo de “o Branquil” (umbral) se enterraba una cabeza de res muerta, se colocaban aldabas, y picaportes con garras de aves o patas de animales y había además “la gatera”. También se empleaba la expresión “cruzar o branquil” que era cuando el novio podía entrar en la casa de la novia con permiso paterno.
En el patio de entrada se dejaba colgado el ramo de la “yerba de San Juan” hecho de “cardosanto” y espigas de trigo y cebada recogidos antes de que saliera el sol la noche del equinocio de verano a las que se les atribuía la virtud de proteger la casa. Otra forma de protección que todavía se practica era la Bendición con Agua Bendita.

La cuadra era el escenario perfecto destinado a “las Brujas”, son numerosas las historias que en todo el Somontano se cuentan de brujería en las cuadras.
Capítulo aparte merece “El Hogar” y “la Cocina”. Al ser el único lugar de la casa que en épocas de frío se estaba caliente constituía el lugar habitual de reuniones y veladas de las familias, era la transmisión oral de historias, tradiciones, valores y cultura. Su importancia ha sido fundamental en la conservación de las costumbres y buenas prácticas.

También tiene importancia “la Chimenea” punto de comunicación con el exterior y lugar de entradas de maleficios y brujas, por ello se solían hacer tres cruces en la ceniza del hogar cuando la familia se retiraba a descansar.
Un rito muy simpático sobre todo para los niños era el de “La Tronca de Navidad”. Para Navidades se elegía un tronco grande y se mantenía toda la Navidad hasta Reyes. En La Noche Buena los niños pegaban al tronco con un palo al grito de “tronca caga turron” o “Tió, tió, caga turron” y por un agujero practicado hacían salir turrón, frutas, chocolate, caramelos o lo que tuvieran, A veces el ritual consistía en Bendecir la Tronca y se decía “Tronca de Navidad yo te bendigo con vino y pan BUEN TIZON , BUEN VARON,BUENA CASA, BUENA BRASA, DIOS ECHE LA BENDICION A TODOS LOS DE LA CASA”.

La Alcoba que daba acceso a varios dormitorios, generalmente abiertos y separados por una cortina. El dormitorio principal donde tenían lugar el nacimiento y la muerte. Una vez producido el fallecimiento al difunto se le vestía con sus mejores ropas, no los zapatos, junto a la cama se encendían varias velas y alguna Virgen o Santo y se velaba al difunto. En el cuarto de al lado por turno y durante toda la noche la gente del pueblo hacían vigilia y compañía a los familiares.

Las ventanas y balcones eran también puerta de entrada de malos espíritus por lo que colocaban “Flor de Ruda” para alejar a las brujas y malos espíritus..
Durante la Fiesta del Corpus las ventanas y balcones se engalanaban como símbolo de participación de la Casa en la Celebración de la Fiesta.
También es tradición que se conserva en la actualidad colocar en los balcones ramas de olivo bendecidas en la Iglesia el día del Domingo de Ramos
Un entorno que moldea la arquitectura
La arquitectura tradicional del Somontano está íntimamente ligada a las condiciones geográficas y climáticas de la región. En las zonas montañosas del norte, dominan las construcciones de piedra caliza, mientras que en el centro y sur de la comarca, donde se sitúan la mayoría de los pueblos agrícolas, se emplean materiales como la piedra arenisca, el tapial, el adobe, la teja árabe y el ladrillo cocido, reflejo de una clara transición entre la piedra de la zona pirenaica y la tierra (el tapial y los adobes) de las zonas más al Sur (Valle del Ebro), también tenemos el ladrillo aunque minoritario
La orientación de estas casas no era casual. Generalmente se buscaba situar las casas hacia el sur o sureste para aprovechar al máximo la luz solar durante el invierno, mientras que los muros gruesos y las pequeñas ventanas protegían del calor estival. Los aleros pronunciados del tejado proporcionaban sombra adicional en verano y protegían las fachadas de la lluvia.
También se percibe respecto a las casas del Pirineo, la mayor importancia de la explotación agrícola respecto a la ganadera, en la menor pendiente de los tejados y en la desaparición de la losa sustituida por la teja.

En los pueblos, las casas se disponían formando calles estrechas y sombreadas, con las construcciones muy próximas unas a otras, creando un microclima más favorable y ofreciendo protección mutua frente al viento del norte, el temido cierzo
Por lo general presentan tres plantas situadas entre paredes medianeras conforman compactos núcleos urbanos
Materiales y Estructura: La Tierra como Cimiento
Mampostería y Tapial

La base de las casas se levantaba con muros gruesos de mampostería, utilizando piedras irregulares de la zona unidas con argamasa. En las zonas más llanas o en pisos superiores menos cargados, era común el uso del tapial, una técnica de construcción con tierra compactada, que ofrecía un excelente aislamiento térmico o el adobe “adoba”
Cubierta

El tejado se construía en base a vigas de madera, cañizos, a veces tablas, sobre estas un manto de tierra que ejercía de aislante se remataba con teja árabe. El tejado generalmente a dos aguas, presentaba dos vertientes, una de ellas con vertido a la calle y la otra a la parte trasera donde aparecía el corral o algún huerto, quedaba rematado con un sobresaliente y bello alero de madera generalmente de” canetes” de madera, más o menos labrados. Otros se hacían poniendo varias hiladas de ladrillos
Fachadas y Vanos
El modelo de fachada en general seguía la línea de un zócalo de piedra (de sillería, aunque también podía ser de ladrillo) sobre el que se levantaba una pared de tapial o adobe que se revocaba con cal y se enmarcaba por cadenas de sillería o ladrillo. La fachada principal solía ser sobria y de gran sencillez, como la arquitectura civil altoaragonesa. Las aberturas (puertas y ventanas) eran escasas y pequeñas, una medida de protección contra el frío invernal y el calor estival.

Cabe destacar en estas fachadas la importancia de las entradas a la casa, muy variadas pero con elemento común en gran número de ellas, el arco de medio punto, de sillería, a veces de ladrillo. Las casas más pudientes, especialmente aquellas construidas en los siglos XVI al XVIII, podían presentar portadas más elaboradas, a veces con arcos de medio punto o dinteles de piedra, y en algunos casos, escudos que denotaban la posición social del propietario, incluso si este era un labrador con fuertes rentas, sin ser necesariamente un noble de linaje.
Estructura

La madera de pino y de cachigo (roble), procedente de los bosques cercanos del Prepirineo, se utilizaba para las vigas, los forjados y la estructura del tejado. Las techumbres se cubrían tradicionalmente con teja árabe de arcilla cocida, los cielorrasos eran de caña, “cañizos” enyesados. En algunas construcciones más antiguas o humildes, todavía podían encontrarse cubiertas de losa de piedra, herencia de tradiciones constructivas más primitivas.
La distribución vertical. Tres mundos en uno
Aunque cada casa tenía su particular distribución si podemos citar algunos aspectos que no faltaban en ninguna.
Planta baja. La entrada y el trabajo

La entrada por la que se accedía desde la calle a través de una puerta grande con, en ocasiones, un monumental arco, daba acceso al patio de la casa con el suelo generalmente de losa. Desde el patio se accedía a la cuadra, a la bodega y al corral donde estaban los animales de consumo, alguna oveja y cabra, conejos y gallinas y las “zolles” donde estaba el cerdo.
También se situaba en esta planta “el Trujar” deposito de cemento revestido de baldosas que era donde se “pisaban las uvas” y fermentaba el mosto para después trasvasarlo a los toneles de la bodega.

Ésta u otra estancia cercana se solía utilizar también para guardar el aceite y los lomos del cerdo que se conservaban con manteca y era una buena base de la alimentación del año. En el guardacarnes (armarios abiertos rodeados de malla para impedir que entrasen los insectos), se guardaban las carnes frescas.
Primera planta. La vida doméstica
A la primera planta se accedía a través de una escalera, que, dependiendo del espacio, podía ser más o menos amplia con la barandilla de obra, madera o forja.

En ella se ubicaba La Cocina sin duda la estancia más importante de la casa, el hogar en el suelo siempre grande con una gran chimenea, servía para cocinar y sobre todo para dar calor a la casa generalmente estaba anexo a una pared pero también en el centro. Parte fundamental eran las “Cadieras” bancos de madera cuyo respaldo eran las paredes de la cocina y situados en torno al hogar que se utilizaban por la familia y donde se hacia la vida, la tertulia, se comía y se calentaban. También contaban estas casas con la “recocina” una estancia contigua donde estaba la fregadera, con desagüe directo al corral y los cántaros y tinajas donde se guardaba el agua traída desde la “fuente” con caballerías equipadas con “argaderas” donde se ponían los cantaros, ya que no había agua corriente en las casas.

En esta primera planta también se encontraba una “sala” que daba acceso a los dormitorios, “alcobas” ciegas y la mayoría de las veces con cortinas en la puerta. En esta sala y en casas importantes había un pequeño oratorio y también, en contadas ocasiones, una capilla.
En algunas casas, las menos, había un pequeño retrete situado en un rincón de alguna galería o vallado exterior y con desagüe directo al corral.
Segunda planta. El almacén de las cosechas
La última planta se destinaba a granero para almacenar productos del campo (cereal) y de la huerta colocados sobre el suelo, colgados o sobre cañizos para un mejor secado. Una parte de esta planta estaba abierta cara al sol, “la solana”, para un mejor secado y aireación.
La falsa. El desván
Sobre la segunda planta y bajo el tejado aparecía “la falsa” o “el desván” que se utilizaba de almacén de cosas que no se utilizaban e incluso en alguna ocasión para ocultar algo.
Elementos arquitectónicos

Las casas más acomodadas podían presentar elementos arquitectónicos distintivos. Balconadas de madera o hierro forjado en la fachada principal, ventanas con rejas trabajadas, portales adintelados con dovelas de piedra bien labrada, o incluso escudos nobiliarios en algunos casos. Las puertas de entrada, macizas y de madera noble, a menudo presentaban clavos de forja y aldabas de hierro.
La casa en el Somontano. Piedra convertida en tradición
La casa de labrador del Somontano es un ejemplo de arquitectura vernácula, concebida para la autosuficiencia y la resistencia. Los muros gruesos y las pequeñas ventanas contribuían a la climatización natural, manteniendo fuera el frío en invierno y el calor en verano. La disposición de la casa integraba completamente la vida familiar y la económica, reflejando una sociedad donde la labor y el hogar eran inseparables.
En la actualidad, muchas de estas construcciones tradicionales han sido abandonadas o transformadas, perdiendo en el proceso parte de su carácter original. Sin embargo, otras han sido rehabilitadas con sensibilidad, conservando los elementos arquitectónicos más valiosos y adaptándolas a las necesidades de la vida contemporánea, convirtiéndose en testimonio vivo de una forma de vida que, aunque transformada, sigue siendo parte esencial de la identidad del Somontano.

Aunque hoy en día muchas de estas casas han sido rehabilitadas para el turismo rural, como demuestran ejemplos bien conservados que datan del siglo XVIII, su esencia perdura. Representan una tradición constructiva de "elegante simplicidad," donde la funcionalidad dictaba la forma, dando lugar a un patrimonio edilicio que es la crónica viva de la laboriosa y rica historia agrícola de la comarca del Somontano. Es la arquitectura del sentido común y la tenacidad, un legado de los labradores que supieron levantar su vida y su hacienda con la tierra de la que vivían.




Que historias tan curiosas y entrañables!!!