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El tío Joaquín

Noviembre 2025

Son pocos los que recuerdan al tío Joaquín. Era una de esas personas entrañables, imprescindibles, silenciosas, que pasan casi desapercibidas pero que cuando faltan dejan una gran tristeza y un vacío difícil de llenar.

Radiquero visto desde el Este. Guara
Radiquero visto desde el Este

Joaquin nació en Radiquero apenas iniciado el siglo XX. Era el mediano de tres hermanos, José, él y Pabla. Su familia tenía una casa, casa Lascorz, en los Meleses el barrio alto de Radiquero. Era una familia de labradores no rica pero bienestante, lo que antes se llamaba “una casa buena”. La vivienda de los Meleses era bastante grande, poseían varios campos en los que cultivaban mayoritariamente cereales, también tenían almendros, algunas viñas y olivos con los que elaboraban su propio vino y aceite, un huerto y animales de granja, conejos, gallinas, cerdos, caballerías, carros y abundantes aperos de labranza.

Campo de cereales. Somontano
Campo de cereales

Joaquín fue durante un tiempo a la escuela y luego se dedicó a cultivar los campos, labor que le gustaba mucho y ejercía con esmero y dedicación. Era no muy alto y muy delgado pero extraordinariamente fuerte y ágil. Hombre de pocas palabras pero con mucha chispa y esa forma de sacar punta a los hechos al hablar que en estas tierras se conoce como la ‘retranca’.

Pero llegó la guerra del Riff. Como la mayoría de las familias del país, los Lascorz no tenían suficiente dinero para pagar su redención y fue llamado a la leva obligatoria.  Llegó a Africa poco después del desafortunado desastre del Annual en el que murieron más de 11.000 soldados españoles.  Así que su primera tarea en África fue ir enterrando a los soldados caídos en la contienda. 

Soldados españoles en la guerra de l Riff
Soldados españoles en la guerra del Riff

Comentaba a menudo que nunca se hubiera imaginado que pudiera haber tantos muertos juntos y que le era muy difícil olvidar las escenas que vio en aquellos momentos.

Buena persona, muy fiable, obediente y cabal, el capitán lo escogió como correo entre el centro de mando y el frente, tarea que le iba muy bien por su agilidad, resistencia y discreción  y así pasó los dos años y pico de servicio, por lo menos de forma menos arriesgada que en primera línea aunque tuvo que sufrir algunas emboscadas.

Soldados antes de embarcar para ir a la guerra del Riff
Soldados de leva antes de embarcar hacia África

No hablaba mucho de sus años en África, era difícil de explicar y que los oyentes entendieran las peripecias de aquellos pobres muchachos, casi niños, lejos de casa, mal nutridos y peor equipados, luchando sin saber muy bien la razón para defender unas tierras remotas que no eran las de sus padres.  Sí, se juntaba a menudo para compartir memorias con su vecino Luis con el que coincidió en el frente.

Durante un tiempo estuvo trabajando en La Fortunada en las  obras de construcción hidroeléctrica  que se estaban haciendo en el Pirineo de Huesca, estos ingresos ayudaron a la casa en tiempos en que el dinero escaseaba. Siempre fue tremendamente solidario con todo lo concerniente a la familia.

Central hidroelectrica de La Foradada
Central hidroeléctrica de la Fortunada

Poco después de volver ayudó a su padre, a su hermano José y a su cuñada Antonia a construir la actual casa Lascorz en la carretera ya que la casa de los Meleses en lo alto del pueblo les resultaba muy incómoda para subir con las caballerías y los carros.

A la muerte temprana de su hermano se convirtió en el apoyo de su cuñada. Dejó para ella las finanzas familiares y el gobierno de la casa, se ocupó con talento del trabajo de las tierras y del control de los jornaleros y pasó a ser el referente masculino de sus sobrinos a los que enseñó a cultivar el campo, a cazar y, sobre todo, a ser buenas personas.

Campesino paseando en el monta con su perro

En absoluto fiestero y muy apegado y fiel a la casa y a la familia, aunque tuvo alguna oportunidad que no prosperó, no se casó.

Durante La Guerra Civil fue el soporte de la familia, tiempos  muy difíciles en una casa aislada con tres mujeres solas. Allí aguantó el tipo y a buen seguro que su presencia evitó más de algún problema.

Los sobrinos se casaron y marcharon y él siguió junto a su cuñada cuidando la casa y las tierras que tanto quería.

Una de sus alegrías era cuando mi madre nos llevaba a mi hermana Teresita y a mí a pasar temporadas a la casa de Radiquero.  Eran días entrañables, cargados para nosotros de grandes experiencias y buenos momentos.

Recuerdo  cuando, siendo yo muy pequeño, cada noche para ir a dormir me tenía que subir “ancolicas” por las escaleras a la cama y luego en invierno preparaba una buena “brasada” que ponía en el calentador para calentar la cama y que no tuviésemos frío.

Con la abuela Antonia y el tío Joaquín aprendí las primeras letras, había un Semanal, el único, que se llamaba EL DOMINGO en letras grandes que Antonia devoraba  y con ese periódico  ellos me decían la D, la O, la M…. y yo las señalaba,         

Yegua y pollino
Caballerías

Como en la casa siempre hubo caballerías  y algo de ganado, se ocupaba de cuidarlas bien, darles comida en abundancia, paja y cebada y agua, limpiarlas y curarlas cuando sufrían algún percance alguno fatal.  Luego se las llevaba a los distintos abrevaderos que había dispersos en el monte. Era un trabajo duro y no siempre agradable, pero aquellos animales le conocían y yo creo que le querían.

Era un autentico maestro con el carro y las caballerías, no era fácil  guiar a los animales arrastrando el carro por aquellos caminos, él lo hacía con autentica maestría, en muchos años, nunca tuvo un accidente. Él me enseño a ensillarlas y a poner las argaderas y los cántaros para ir a buscar agua.

A menudo nos íbamos al monte con sus caballerías, un par de cabras y algún cabritillo, allí pasábamos las horas, él trabajando, yo jugando buscando nidos o a lo que daba mi imaginación que era mucho. También íbamos a dar de abrevar a los animales en la fuente de Cananella o en la del pueblo.

Antiguas sillas y argaderas
Sillas y argaderas

Tuvo un gran disgusto cuando un  magnifico caballo de tiro que había en la casa murió por no sé qué enfermedad. El había hecho esfuerzos increíbles noche y día dándole el poco alimento que el animal comía. Teresita, mi hermana, no lo resistió y no pudo verlo cuando se lo llevaban muerto.

Aun puedo ver la imagen del tío Joaquín saliendo a dar una vuelta por el monte acompañado por su perra Palmira, con su escopeta y un par de cartuchos, no más, que guardaba en un calcetín. Al regresar siempre traía un conejico o una perdiz y aun le había sobrado un cartucho, eran tiempos de escasez, en que la pólvora era muy cara, los cazadores preparaban su propia munición, y había que aprovechar cada tiro. Después la abuela Antonia ya se encargaría de hacer un buen guiso y vaya guisos que hacía.

Cazador con conejos
Cazador con conejos

Tengo aún en la mente, la noche en que apareció a oscuras en mi habitación y me dijo: “Zagal, vístete sin hacer ruido” y los dos a escondidas nos fuimos al monte  a “Polupez” y cazamos un jabalí; él ya había visto el rastro y sabía que cada día pasaba por allí. Ni que decir tiene la bronca que le cayó de la abuela y mi madre cuando regresamos pero él seguía contento con aquella sonrisa dulce que tenía cuando se salía con la suya.

Jabalí en el monte
Jabalí en el monte

Joaquín coordinaba las tareas del campo en las distintas épocas del año.

Dura, muy dura era la siega en aquellos tiempos, a pleno sol con aquellas guadañas, bebiendo agua de un botijo y a veces un póquer de vinada, el tío Joaquín siempre atento para que no faltase nada a los jornaleros que ayudaban y siempre con un ojo mirando al cielo, temiendo aquellas tormentas que podían destrozar el trabajo de un año. A las primeras nubes a recoger y a salvar lo que se podía.

Siega tradicional
Segadores con guadañas

Nosotros  llevábamos al monte en cestas la comida de los jornaleros. Doña Antonia se encargaba de que la comida fuese abundante ya que decía que no se podía escatimar con personas que estaban haciendo tanto esfuerzo.

La trilla que tanto nos gustaba a Teresita y a mí, subidos en el trillo y el tío Joaquín vigilando para que no nos pasase nada, que bondadoso era aquel hombre y siempre cariñoso con nosotros.

A continuación venían las tareas de engavillar, enfajar y atar los fajos con “vencejos” en las que ya me dejaban intervenir.

Vendimia tradicional
Vendimia tradicional

A finales de verano, vendimiábamos, echando los racimos de uva primero en un ”corbillo” y luego en un “cobano” para después acarrearlo a casa y vaciarlos en la pila donde pisábamos las uvas, que divertido, era como una fiesta.

Tampoco olvido la recogida de la almendra, y “escoscando “ toda la  familia por la noche, que velocidad tenía la abuela  Antonia sacando la piel de las almendras.

Olivas en el arbol. Somontano
Olivera

Mención aparte tiene la recogida de la oliva, el  tío  Joaquín preparando los mandiles y subiendo a las oliveras con una escalera y con una  “percha” larga no recuerdo de que madera hacia caer las olivas. Trabajo muy duro en condiciones de frío y niebla muy desagradable y mi tío Joaquín siempre con una sonrisa, nunca una mala cara, cuando algo iba mal un juramento “me cagüen el turrón de bardo”. Después por la noche había que “aventar” las olivas con la gente. Esto ya era una fiesta y la abuela  preparaba un buen vino caliente, a mi algo me tocaba.

Inolvidables los ratos que pasábamos en el huerto Robles; generalmente íbamos por la tarde y con el agua de una balsa natural regábamos, a menudo nos preparábamos una buena ensalada y un tomate y “brendábamos”; allí estábamos el tío Joaquín, mi hermana Teresita y yo y así transcurría la tarde plácidamente, al anochecer vuelta a casa, bronca de la abuela Antonia por llegar tarde y a cenar y todos tan contentos.

Anciano paseando con un niño
En el monte con mi tío

Nunca me riñó, yo tampoco le hacía travesuras que recuerde, para  él  yo era “ O Zagal” también “O Chicote”, siempre le tratamos tanto Teresita como yo con exquisito respeto y mucho cariño, se lo merecía.

Me emociono al recordar, me “dejo en el tintero” muchas de estas cosas, ahora me viene a la memoria cuando el tío Joaquín una noche de Reyes tuvo que salir con un caballo paseándolo por la carretera  porque mi hermana Teresita no se creía lo de “los Reyes Magos”   

Antiguo cuarteron de tabaco para liar
Cuarterón de tabaco

Fue feliz, siempre tuvo el afecto de su familia y el cariño de Teresita y mío. Le ponía muy contento cuando, ya mayores, en nuestras visitas le llevábamos un paquete de “cuarterón”.

Aún lo puedo ver, sentado cerca del hogar fumando los cigarrillos de liar que alumbraba con un encendedor de mecha, contando viejas historias a mis sobrinos, siempre sonriendo y con la retranca del que sabe más de lo que cuenta.

Tremendamente solidario con el clan familiar, siempre defendió a los suyos.

Una noche en silencio dejó de respirar.

Suyo allí en pie queda con sus mas de quince metros de altura el abeto que plantamos juntos hace 50 años, me comentan que lo cuidaba con mimo, lo regaba y tapaba en invierno para que no se helase.

"HAY QUE CUIDARLO PA QUE CUANDO VENGA EL ZAGAL LO VEA BIEN  GRANDE” 

 y allí sigue en recuerdo del tío Joaquín.

El abeto de más de 15 metros que hace 50 años plantamos con el tío Joaquín


2 comentarios

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Pablo
25 nov
Obtuvo 5 de 5 estrellas.

Me recuerda a mis tíos y familiares que tan unidos trabajaban y vivían compartiendo sus esfuerzos en aquellas condiciones tan duras, siempre se apoyaban en las circunstancias del día a día y me trataban como si fuera su nieto ya que no conocí a ninguno de mis abuelos aunque si a mis abuelas. Bonito agradecimiento a aquellos que enseñaron el respeto y la vida.

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Invitado
25 nov
Obtuvo 5 de 5 estrellas.

Me gusta aquella epoca en la que El esfuerzo casi siempre Era recompensado

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